Fata Morgana en Carnota.

Para el amigo gallego que me dijo no haber oído hablar nunca de mares de Ardora en su tierra: ¿qué diría si le cuento que otra tarde en la playa, lo que vimos fue alzarse rascacielos en el horizonte del mar, como si una de Las Ciudades Invisibles de Italo Calvino se corporeizase ante nuestros ojos? Fata Morgana parece que se llama el curioso fenómeno, una especie de espejismo marino, producto de las brumas y la inversión de temperaturas, que alarga las figuras de los barcos, unas veces haciéndolos volar, incluso boca abajo, y otras transformándolos en edificios, como si en la línea del mar flotara, suspendida, una ciudad fantasma. Tan difícil de fotografiar con un simple móvil que, para ilustrarlo, he tenido que echar mano de internet, donde se pueden confirmar otros avistamientos, como este espectacular en Barcelona.

Fata Morgana en Barcelona

foto de Xavi Cabo para la Vanguardia

“Cosas veredes que farán fablar las piedras”, se discute si se lo dijo Don Quijote a Sancho o si proviene del Mío Cid, y, por si faltaba algo, también tuvimos nuestra experiencia de piedras que hablan. Petroglifos. Inscripciones en lajas de granito realizadas en la edad de bronce, entre mil y dos mil años antes de nuestra era, por culturas sin nombre en una época en que los celtas, mito fundacional de la galleguidad, ni existían todavía.

Petroglifo de Laxe das Rodas

La senda verde de Carnota, que recorre los montes frente a la inmensa playa, ofrece el atractivo de poder contemplar unos cuantos a solas, gracias a la distancia que hay que caminar, tan camuflados en la naturaleza que te tumbas sobre ellos y no los ves, hasta que el sol los ilumina tras tu cabeza.

petroglifos de As Laxiñas

As Laxiñas, Filladuiro, Laxe das Rodas… En todos ellos, círculos, líneas y cazoletas, pero sobre todo espirales grabadas en la piedra que, a día de hoy, no se sabe lo que representan: calendarios astronómicos para unos, representación de la serpiente-madre primigenia y hasta altares orientados hacia el Monte Pindo, el hoy rebautizado como Olimpo celta.

Bahía de Carnota y Monte Pindo al fondo

Nos toca despedirnos. El último día de playa, un vendaval de viento noroeste, deja el aire tan limpio que ya no hay posibilidad de más espejismos. ¿Pero existen los espejismos? Tan de cuento como suena su nombre, las Fatas Morganas quizá sean un efecto óptico, pero haberlas, haylas, como los mares de Ardora. ¡Ojalá fuera una Fata Morgana lo que nos espera en Madrid de vuelta! Salud a todos.

Adiós, faro de Lariño (así se veía por la ventana)

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