Dos poemas escritos en este año 2016 de una España en funciones: ATERRIZAJE ( Visto desde un avión/mi país se parece a un árido tablero de ajedrez/con su gama de ocres, de marrones y pardos…) y DESCONCIERTO (No me siento capaz de aventurar/hacia dónde va el mundo/ni siquiera si va/o estamos atrapados en un eterno día de la marmota/igual a un dejà vu…)
ATERRIZAJE
Visto desde un avión
mi país se parece a un árido tablero de ajedrez
con su gama de ocres, de marrones y pardos
que dibujan cuadrículas de tierras de secano
tan diferente a Francia
y a los verdes de Europa,
vuelvo a casa, me digo
cuando ya se vislumbran bajo un sol de justicia
las parcelas desérticas
con sabor a postguerra
que darán cereales sólo si en abril llueve
y apenas nada más,
los campos de Castilla que nunca vio Machado
como yo desde el aire
y donde en vez de silos para guardar el trigo
se alzan hoy rascacielos sobre un campo de fútbol,
la perfecta metáfora de nuestra España actual,
mi país
al que vuelvo, al que regreso siempre
a veces de más cerca
y otras veces de lejos,
de Sao Paulo o Shanghái
donde antes nos juzgaban tierra alegre de toros
de flamenco y de sol
y hoy en cambio les llegan sólo malas noticias,
la inacabable crisis
la corrupción
el paro
los añicos de un sueño
que otra vez nos robaron,
tras el de la República el de la Transición,
España con sus cálices
que apartaba Vallejo, como yo me abro paso
recién desembarcado
y enseño el pasaporte que ya no me hará falta,
que acredita en mi nombre que estoy en mi país,
lo que también incluye
el sentir como mío
el flamante aeropuerto de absurdas dimensiones,
ese enorme esqueleto de dinosaurio fósil,
de lo poco que queda del becerro de oro
que adoramos felices
y que luego los bancos nos han hecho comer,
llamado a ser emblema de potencia emergente
y hoy tan sólo otro préstamo pendiente de pagar,
con qué, me lo pregunto
si ya ni Iberia es nuestra,
tierra de fanfarrones y a la vez de estafados
este pueblo orgulloso de súbditos sumisos
que de todo protesta y que con todo traga,
aquí estoy, he llegado
aunque no sepa a dónde reconozco mi hogar,
y luego ya en el taxi, de camino hacia el centro
el taxista a los gritos me va poniendo al día
sobre el último escándalo de una historia de España
que como a Gil de Biedma,
a él tampoco le gusta
porque termina mal.
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DESCONCIERTO
No me siento capaz de aventurar
hacia dónde va el mundo,
ni siquiera si va
o estamos atrapados en un cansino círculo vicioso
igual a un dèjà vu,
mi impresión es que nada sucede
desde hace mucho tiempo
que no parezcan ecos de un acto original
en el que no tomamos parte,
réplicas de un terremoto que tuvo un epicentro
tan profundo
que no lo registraron los sismógrafos
y sólo deducimos por hipótesis,
lo que en matemáticas llaman una conjetura sin resolver,
y entre tanto
qué difícil saber si este tiempo en que vivo
es el comienzo o el final de algo,
si estamos acabando una época
o en los albores de una nueva,
toda esa monserga del cambio de milenio
que se quedó en nada,
incluso pareció que el 11-S iba a marcar un punto cero
y aún seguimos buscando nuevas fechas,
tan esquivo de identificar nuestro esprit du temps,
por lo menos en la Revolución francesa
eran conscientes de estar haciendo historia
y en la rusa también,
los bárbaros ya no estoy tan seguro
pero igualmente fueron el factor de un cambio
como los refugiados y migrantes hoy,
qué pasará con el 15-M,
la sobredosis de comunicación
complica mucho reconocerlo,
no es fácil diferenciar en internet lo significativo
de lo banal,
el consumo instantáneo
de un mainstream que circula siempre por debajo,
si vamos o venimos,
si cambiamos la realidad o la realidad nos está cambiando,
nadie quiere ser ya carne de cañón
jugarse el tipo en una barricada
para que todo siga igual
como debieron sentirse todos esos jóvenes árabes
con sus traicionadas primaveras,
lo mínimo es saber
si te convocan a resistir o a avanzar,
a proteger lo que ya existe o a derribarlo,
ese es hoy el problema de la izquierda europea,
no estoy siendo nada original al decirlo
pero por qué tendría que serlo,
sólo soy un oráculo urbanita
hecho a opinar en bares en lugar de en un templo,
mis vaticinios tan obtusos
que ni sé distinguir entre un canto del cisne
y el trino de una alondra.
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