Nací en Málaga, la ciudad de mi madre, a la que he permanecido siempre unido, aunque al colegio fui ya en Madrid. Mis primeros libros fueron de poesía, «País de Octubre» y «El Mago» (el segundo ganó el premio más importante por entonces, el Internacional Ciudad de Melilla en el 83) a los que siguieron las novelas «Madre Gallina Africa» (Hiperión, 1985) “Ballenas” (1987) y “El Hombre de Madrid” (1989), estas dos últimas escritas en Conil ( Cádiz) donde viví la experiencia de trabajar como profesor. Las publicó Alfaguara, como la posterior “Adiós, Padre Eterno” (1997). Entre 1987 y 1990 cambio de oficio y hemisferio: residí en Buenos Aires donde fundé y dirigí el ICI- centro cultural de España, en un contexto complicado que recreé más tarde en la novela “Por Pasiones Así” (Seix Barral, 2002). De regreso a Madrid, participé en la puesta en marcha de la Casa de América, hasta que aparqué la gestión cultural para escribir a tiempo completo. Como escritor y como guionista, que fue la forma en que me gané la vida durante más de una década. De esa experiencia, destacaría los largometrajes de la serie Carvalho de Manuel Vázquez Montalbán, con Juanjo Puigcorbé como protagonista, y sobre todo los documentales sobre el Extremo Oriente, especialmente la serie para TVE- CANAL PLUS, “El Laberinto del Tíbet”, seis capítulos de una hora de duración que me supusieron, además de viajar, leer, entrevistar y documentarme durante varios años.
Frutos de esa inmersión fueron también la novela juvenil “No encontrarás el Tíbet en un Mapa” (Anaya, 2003) y el relato de la experiencia en clave personal, “Viaje a los dos Tíbet”, que publiqué en Aguilar en el 2002. Mi siguiente libro de viajes, con la escritora y gran amiga Rosa Regàs, implicó regresar al otro lado del Atlántico: “Volcanes Dormidos. Un viaje por Centroamérica”, que fue premio Grandes Viajeros 2005 y lo publicó Ediciones B. Cuando a Rosa la nombran directora de la Biblioteca Nacional, la acompañé haciéndome cargo de la parte cultural, hasta que tres años después, el Oriente, en este caso China, me reaparece en el horizonte: para el 2010 se anunciaba en Shanghái una gran exposición universal y entré en el equipo del pabellón español, lo que conllevó muchos viajes previos y sobre todo, vivir allí casi todo el 2010, el año de la Expo. Una experiencia que inspiró mi novela, “Un jardín en Shanghái”, publicada por Almuzara en el 2016. Dato curioso: la escribí en otra gran metrópoli pero de América Latina: Sao Paulo, mi hogar entre el 2011 y el 2013.
Con tanto ir y venir, no olvido la poesía, esa primera vocación a la que sigo fiel, presente en todo lo que he escrito, pero a la que respeto demasiado como para sólo escribirla cuando la inspiración obliga. Tras los dos primeros, en todos estos años apenas cuatro libros de versos, cada uno un conjunto unitario y cerrado, si lo pienso, siempre sobre los dos grandes temas de la poesía y la vida, un «paseo por el amor y la muerte», como la película de John Houston: “Escenas de mi Vida Sexual” (Abada, 2006), “Islas, Islas” (Pre-textos 2012) “Danza de la Muerte en la Lavandería” (Imprenta Sur, Málaga 2014) y «Cueva» (Abada, 2018)
Si me correspondiese a mi elegir, con esos libros me quedaría. Saltar de un género a otro debe formar parte de mi naturaleza y por eso me salen poemas narrativos, novelas de viajes, guiones poéticos y sátiras políticas que a muchos no hacen gracia e incluso a mi me descolocan. Como mi última novela, «No fui feliz en el colegio» (Palabrería, 2022), que podría subtitularse: «como contar mi vida a través del personaje que menos tenga que ver conmigo». Martínez, el corrupto político protagonista, que creció en mi mismo barrio y en la misma época del tardofranquismo, que estudió en el mismo colegio donde se formaba su élite… y sin embargo tan opuesto, tan distinto, que he disfrutado mucho haciéndolo mío.